La ciencia de la salud cardiovascular sorprende con un nuevo giro que surge de un
lugar inesperado: nuestro intestino. La Dra. Elena Pastor Manfredi, nutricionista especializada en
microbiota y Directora de Nutrición de la Fundación Iberoamericana de Salud Pública (FISP),
destacó un estudio reciente publicado en Nature que identifica al propionato de imidazol (ImP), un
compuesto producido por bacterias intestinales, como nuevo protagonista en la aparición temprana
de la aterosclerosis.
La aterosclerosis es un proceso silencioso y progresivo que consiste en la inflamación y acumulación
de grasa en la capa interna de las arterias de mediano y pequeño calibre. Esta acumulación forma
placas que, con el tiempo, pueden obstruir el flujo sanguíneo y son la causa principal de infartos de
miocardio y accidentes cerebrovasculares. Como nutricionista y especialista en microbiota, Pastor
Manfredi encuentra este hallazgo revolucionario para la medicina: refuerza la noción de que la
alimentación y nuestros microbios intestinales están íntimamente ligados a la salud del
corazón, abriendo la puerta a nuevas estrategias de detección precoz e intervención nutricional.
.Un descubrimiento que conecta intestino y corazón
Según explicó la Dra. Pastor Manfredi, el estudio –liderado por investigadores del Centro Nacional
de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) de España– demuestra que la presencia de ImP en la
circulación no es solo un indicador de enfermedad; también juega un papel causal. Los pacientes
aparentemente sanos pero con aterosclerosis incipiente presentan niveles elevados de este
metabolito en sangre. Detectar a tiempo a estas personas "de riesgo oculto" permitiría intervenir
precozmente –una gran ventaja en comparación con la situación actual, donde solemos descubrir la
enfermedad cuando el daño arterial ya está avanzado.
Más impactante aún es que el ImP no solo se asocia a la aterosclerosis, sino que la provoca. En
modelos animales con predisposición, su administración generó placas de grasa en las arterias
incluso sin una dieta rica en colesterol. ¿Por qué? Este metabolito bacteriano activa un receptor
inmunológico llamado I1R, desatando una inflamación sistémica que daña los vasos sanguíneos. Es
decir, algunas bacterias intestinales producen una molécula que “engaña” al sistema inmune,
generando rigidez arterial y abriendo la puerta a enfermedades cardiovasculares.
Microbiota intestinal: una aliada para todas las enfermedades crónicas no transmisibles
La doctora enmarca este hallazgo dentro de una creciente línea de investigación que vincula la
microbiota intestinal con enfermedades que van mucho más allá del aparato digestivo. Hasta hace
poco, en el ámbito de la cardiología preventiva se hablaba casi exclusivamente de dieta, ejercicio y
factores de riesgo clásicos —como colesterol elevado, hipertensión o tabaquismo—. Hoy, se
reconoce que los microorganismos que habitan el colon metabolizan distintos componentes de la
dieta y generan moléculas que pueden resultar beneficiosas o perjudiciales para la salud en general.
Es importante destacar que la relación entre microbiota y salud no se limita al corazón. Diversos
estudios han revelado conexiones entre nuestros microbios intestinales y la salud metabólica en
general.
Implicaciones para la nutrición, la prevención y la salud pública
Como nutricionista, la doctora destaca que estos hallazgos obligan a repensar nuestras estrategias
alimentarias. Si ciertas bacterias intestinales producen compuestos dañinos como el ImP, entonces
intervenir en la dieta para modelar la microbiota se vuelve clave. Ya sabemos que las dietas ricas en
fibra, frutas, verduras, legumbres y fermentados naturales favorecen una microbiota diversa. Con el
ImP en juego, cobra aún más sentido reducir carnes rojas y procesadas, y priorizar alimentos
prebióticos como avena o inulina.
Un microbioma equilibrado puede generar menos compuestos inflamatorios y más sustancias
protectoras como los ácidos grasos de cadena corta. Desde la salud pública, esta línea de
investigación abre nuevas puertas: análisis de ImP en sangre para detectar riesgo precoz de
aterosclerosis y el desarrollo de probióticos que modulen la microbiota para disminuir su producción.
Aunque aún falta identificar qué bacterias generan ImP en humanos, este hallazgo refuerza una idea
central: cuidar el intestino también es cuidar el corazón. Para la Dra. Pastor Manfredi, el enfoque más
prometedor combina lo mejor de dos mundos: los avances en biotecnología y los clásicos hábitos
saludables adaptados a la era de la microbiota.
Para la Dra. Pastor Manfredi, la próxima vez que pensemos en el corazón, tal vez también
debamos pensar en el intestino: allí podría estar una parte de la solución para prevenir infartos y
promover una vida más sana y longeva.