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Espectáculos  Lunes 22 de Agosto del 2016 - 08:25 hs.                1792
  Espectáculos   22.08.2016 - 08:25   
Phelps y Bolt, entre los mitos griegos y el futuro de los Juegos.
Los libros de historia cuentan que en la ciudad de Olimpia, cada cuatro años se celebraban fiestas deportivas sagradas en honor a Zeus, capaces de llevar a la gloria a quienes ganaban las contiendas que allí se celebraban y sólo por el placer y la honra de portar la legendaria corona de olivo. Las fábulas contenían nombres de prodigiosos atletas que forjaron un destino de súper humanos. Después de casi 2500 años, nada ha cambiado y las figuras de los deportistas más exitosos siguen generando devoción en todo el mundo.

Por normativa general, en el momento de celebrarse los Juegos antiguos se frenaba toda guerra o disputa política (¿acaso hoy no se paraliza el planeta para observar un evento en particular durante las dos semanas de la cita?) y llegaban a la ciudad miles de persona de toda Grecia. Pero aunque así lo rememoren los documentos, no existen nombres concretos de los protagonistas de las grandes hazañas. Tal vez sólo quede uno en el recuerdo.

Leónidas de Rodas fue uno de los pocos deportistas antiguos que llegó al Siglo XXI, al menos figurativamente. A mediados de la segunda centuria antes de Cristo logró obtener 12 triunfos individuales entre diferentes tipos de carreras: en cuatro ediciones consecutivas, ganó un triplete de competencias. Esto lo une a los dos héroes modernos.

A Leónidas se lo mencionó reiteradas veces en la primera semana de Río de Janeiro 2016 porque, tras dos milenios, Michael Phelps superó su gesta. De hecho, el nadador estadounidense es el máximo medallista olímpico de la historia, con 23 oros (más que muchos países, entre ellos Argentina), tres platas y dos bronces. De todas sus victorias, 13 son en solitario.

Irrumpió en Atenas, en Beijing ganó ocho doradas y rompió el récord del estadounidense Mark Spitz (7) en un mismo juego, se retiró y se arrepintió para en Londres 2012 convertirse en el más ganador de la historia. Tras un 2015 con escándalos, refrendó su condición de semidios moderno en Río, donde acaparó las miradas de espectadores, que lo ponían en duda por su edad, y aplastó rivales en cada brazada. Sí, porque en algunas finales les sacó más de un cuerpo de ventaja.

Quizás su cuerpo ya no responde como en 2008, su momento de gloria mayor. Pero sus récords mundiales (estableció más de 30 plusmarcas y todavía seis de ellos siguen vigentes, más otros ocho máximos registros olímpicos), dan cuenta que su gesta sigue intacta. Porque superar un tiempo llegará, antes o después, pero el logro de los podios necesitará de otro atleta fuera de lo normal para cumplirlo.

Leónidas tiene otro ejemplo moderno, ahora por la cantidad de repeticiones de sus títulos. Desde Jamaica, la tierra de la velocidad, y con un carisma pocas veces visto en un estadio, Usain Bolt acumula menos de 4 minutos netos de competencia en sus cuatro ediciones olímpicas, de Atenas a Río, pero le alcanzó para ser un titán del año 2000.

Entre los 100, 200 y la posta 4x100m, su efectividad es espeluznante: falló en el doble hectómetro de Atenas (tenía 18 años), y desde entonces, ganó los nueve oros por los que compitió. Sólo el legendario finlandés Paavo Nurmi (12 podios totales) y el estadounidense Carl Lewis (10) rivalizan con Bolt en cantidad de primeros puestos en atletismo.

En Beijing 2008 impactó con dos carreras en las que terminó frenando en el final y, pese a eso, estableció el récord mundial, reseteado un año después en el Mundial de Berlín. En Londres se redimió de la partida en falso que tuvo en la Copa del Mundo 2011 y corrió en zona de sus marcas del anterior Juego. Y ahora llegó a Brasil, luego de reponerse de un desgarro 20 días antes de la inauguración, para lograr lo que nunca nadie había logrado, al menos desde 1896: el triple triplete. Incluso, por haciéndolo parecer una conquista fácil.

De alguna manera, Phelps y Bolt, los máximos exponentes olímpicos, son iguales. Dominan con mucha autoridad en sus disciplinas, hacen historia, son el foco de atención y logran que el mundo se frene por ellos. Sus gestas deportivas se acumulan una tras otras y sus nombres suenan en los lugares más recónditos del planeta, con "mortales" queriendo ser como ellos, con puntos oscuros o problemas de distinta índole en casa situación. Cualquier semejanza con lo que sucedía hace más de 2000 años no es pura casualidad, sino la continuidad de una larga tradición.

Lamentablemente para quienes disfrutan del deporte, no habrá más funciones de estos colosos, que tienen reservados sus lugares en el Olimpo. Con 31 años el "Tiburón" de Baltimore y 30 el "Rayo" jamaiquino, es difícil pensar en ellos para Tokio 2020. Ellos mismos dijeron que Río marcó el fin de sus carreras en los Juegos y sus cuerpos empiezan a dar señales. Aunque claro, con esta clase de titanes nunca se sabe.

Es hora de la olimpíada, el tiempo que transcurre entre cada cita. Los deportistas volverán a sus realidades (en la Antigua Grecia se retomarían las guerras, por caso) y en estos cuatro años se buscará qué caras ocuparán los tronos vacantes. El atletismo, la gimnasia y la natación son las disciplinas por excelencia y quizás aporten lo suyo, pero de acá a la fiesta japonesa las posibilidades abundarán.

Uno de los nombres estrellas de Río 2016 fue el de Simone Biles, reina de la gimnasia artística. La joven de 19 años se llevó cinco medallas en su pecho, cuatro de oro y una de bronce. Dueña de un estilo elegante e impactante, arrasó en todos los aparatos, pero el piso es su especialidad, donde la campeona del mundo, su compatriota Alexandra Raisman, no pudo hacer nada para sacarle el primer lugar.

También a punto de llegar a las dos décadas y con la misión de recoger la posta de que deja Phelps en la natación estadounidense emerge Katie Ledecky. Tras obtener un oro en Londres 2012 en su fulgurante debut, en Río apareció en plenitud con cuatro primeros lugares y un segundo escalón como "mancha". Dos fueron con récord del mundo y en total tiene tres plusmarcas (13 veces bajó los tiempos). Reina absoluta del estilo libre, parece no tener rivales en distancias medias y largas.

Para el atletismo también llegarán vientos de cambios. Jamaica tendrá en Elaine Thompson a su velocista de lujo. Campeona de los 100 y 200 metros, destronó a Shelly-Ann Fraser-Pryce. Y dentro de las pruebas más rápidas del mundo, los varones ven crecer día a día al canadiense Andre de Grasse, medallista en las tres categorías como Bolt con menos de 22 años. Finalmente, Wayde Van Niekerk, de Sudáfrica, estremeció con una tremenda actuación en los 400m: campeón olímpico rompiendo los récords de Michael Johnson con 43.03 segundos.

Habrá que esperar cuatro años más y leer cientos de nombres. Mundiales, triunfos, lesiones, dopings, retiros y recuerdos pasarán por la escena deportiva global que intentarán ser la tapa de todos los medios.

Los equipos también pugnarán por ocupar un lugar de privilegio, pero siempre son los deportistas individuales los que concentran la atención, los minutos de aire, los millones de los inversores.

Como hace 2000 años, esos mismos atletas serán considerados héroes y pasarán a la eternidad. Phelps y Bolt son los mejores en sus disciplinas, leyendas máximas de los Juegos. Ahora, dos nuevas deidades llegan al Olimpo para reclamar su lugar.